lunes, 26 de julio de 2010

Violación, abuso sexual: crímenes en el silencio

“El abuso sexual no es un problema de enfermedad mental o trastorno psicológico, si no de falta de límites, relación de poder asimétrica entre el victimario y la víctima e impunidad”, declara la psicóloga ucabista
mitos
Una joven de 17 años, con una venda en la frente que oculta una cicatriz, va caminando cabizbaja con paso ladeado hacia la comisaría central para colocar una denuncia. Ayer, a las diez de la noche fue atacada por un indigente quien la golpeó para someterla y poseerla. No le importa la vergüenza de ser señalada, ni el papeleo legal que desde ahora va a marcar pauta en su día a día. Ella está decidida a hacer público su caso, pues el culpable debe ser castigado por la Ley ¿Suena a historia barata de telenovela? Seguro se debe a que en la realidad del país hablar de violación no es un asunto tan común como las cifras lo demuestran.



La historia de la “joven valiente” es solo un caso hipotético-ficticio, un caso que solo tiene la probabilidad de ocurrir en Venezuela en el 10% de los crímenes por abuso sexual, según la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (AVESA). En 1994, esta organización registró que durante ese año la Policía Técnica de Justicia (PTJ), actual CICPC, recibió 7 mil denuncias por delitos de violencia sexual, lo cual no representan la realidad de los casos que acontecieron, según sus estimaciones. Por su parte, la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, promulgada en el 2007, afirma que el CICPC recibe en promedio 3 mil denuncias anuales de abuso sexual contra la mujer; mientras que organizaciones no gubernamentales, como el Centro de Estudios de la Mujer de la UCV y AVESA, atienden 8 mil casos de mujeres víctimas de la violencia intrafamiliar. Así mismo, la Organización Nacional de Derechos Humanos de la Niñez y Adolescencia registró, para el 2009, 3.231 casos de infantes y adolescentes víctimas de algún tipo de violencia, de los cuales 311 fueron por violencia sexual.

Las cifras disuenan. La falta de un ente oficial que proporcione números veraces es la razón de la discordancia entre los datos ofrecidos por cada organismo; y es que, al solicitar esta información a instancias como la Maternidad Concepción Palacios y la Fiscalía General el paso interminable de una autoridad a otra hace imposible esta tarea. No obstante, queda explícito una cantidad significante de casos de abusos sexuales, no solo en mujeres sino en niños y adolescentes, que no son denunciados. Para Yurbin Aguilar, coordinadora de unos de los programas de AVESA en 1996, este escenario se debe a la existencia de mitos en torno a las violaciones sexuales.

Uno de ellos suele ocurrir al imaginar el acto de la violación como un hecho traumático. El psicoanalista Antonio Pignatiello, en su trabajo Trauma y otras repercusiones del abuso sexual desde una perspectiva psicoanalítica (2004), aclara que existe una tendencia a hablar del abuso sexual como evento traumático y explica que este se define como aquel en el que la persona dada “la intensidad extrema de un evento dañino” sigue viviendo esos recuerdos como si en verdad sucedieran en el presente, ya sea a través de sueños, pensamientos o emociones; por lo que, en la mayoría de los casos infantiles y adolescentes no se presentan manifestaciones de este tipo ya que la víctima “ni siquiera logra darle un cabal significado —en ese momento— a la experiencia vivida”. El sexólogo y psiquiatra ex presidente del Consejo de Médicos del Distrito Metropolitano, Fernando Bianco, clasifica este tipo de abusos sexuales como actos de seducción en el cual el violador utiliza insinuaciones “inocentes” para acercarse al niño, niña o adolescente y, a través de la intimidación, logra el silencio de la víctima.

Otro de los estereotipos que se encuentra en el común imaginario de la sociedad es la procedencia del atacante. Ana Gabriela Pérez de Antelo, psicóloga especialista en Psicología Clínica Comunitaria y profesora de la Escuela de Psicología de la UCAB, comenta que “un 75% de estos delitos es cometido por personas cercanas y de confianza: padres, padrastros, tíos, vecinos, amigos”. A diferencia de lo que muchos piensan, los victimarios no son psicópatas y no tienen una característica física que los identifique, “suelen ser personas con límites pocos claros, que frente a una persona vulnerable, como un niño, se aprovechan usándolo como objeto sexual”, afirma la psicóloga Pérez.

Yurbin Aguilar identifica otro mito recurrente: la resistencia de la mujer es fundamental para evitar la violación ¡Falso! Aguilar señala que una mujer que oponga resistencia también puede ser violada e incluso resultar muerta. Esto se debe a que los casos de abuso sexual cruentos se basan en la dominación más que en el acto de penetración, explica Bianco. “Tuve una paciente que al estar frente a su atacante y conocer sus intenciones le dijo: ‘Si me vas a coger, hazlo bien. Déjame desnudarme y así ambos disfrutamos’. Inmediatamente, el tipo la cacheteó y la dejó tirada”, narra el sexólogo. Aclara además que estos casos violentos son poco frecuentes tanto en menores como en mujeres mayores de edad.

Dos casos, ninguna denuncia
Después de un día de playa, los jóvenes la pasaban muy bien en el apartamento, mientras los tragos y los juegos de penitencias hacían su efecto. Stephanie Ramírez* (21 años), estudiante de Comunicación Social de la UCV, tuvo su primer encuentro con él cuando buscaba su celular. Este fue “solo un intento de besarme que logré esquivar sin problemas”. No fue comentado a ningún miembro del grupo para “evitar problemas” entre los jóvenes prendidos y “porque me pareció demasiado nulo”. Pasada la media noche, Stephanie va al baño principal y al escuchar un ruido detrás de ella, se voltea y descubre que su atacante estaba en la habitación. Un golpe... Al día siguiente, su cama.

Stephanie no se acuerda de su violación. El dolor en su zona genital, el chichón en su cabeza y la historia de rescate de su amiga fueron los cabos que unió para determinar que había pasado a ser parte de las estadísticas de AVESA. “Ella me dijo que se dio cuenta de que tardaba, me fue a buscar y vio la puerta cerrada. Comenzó a tocar desesperada, al cabo de un rato él abrió y me vio desnuda, en la cama y sangrando —me había venido la menstruación—. Jamás vi una insinuación de que le gustara, de hecho él estaba cuadrando con una amiga. No me lo esperaba y menos en un grupo como ese.”

Como los números apuntan, este caso no fue denunciado debido al sentimiento de culpa que atrapó a la víctima. “En cierta forma fue mi responsabilidad. Tuve que estar pendiente. Tampoco me acordaba de nada”, expresa Ramírez. El doctor Bianco explica que en las circunstancias en las que se dio el caso suele ocurrir la mayor cantidad de violaciones y, debido al estado alcohólico en el que se encontraba la víctima, la denuncia no se efectúa, “sumando el estigma social que el proceso traería sobre la persona”.

A diferencia de Stephanie, el caso de Francisco González*(20 años), Técnico Superior en Computación, tuvo lugar en el seno familiar. Él recuerda con simpatía el inicio de su sexualidad: “Los roces de mi tía cuando ella creía que dormía me hicieron descubrir esas sensaciones. Al principio yo no entendía lo que hacía al acariciar mis genitales, pero como me gustaba y no me molestaba no dije nada. A medida que crecía, las caricias fueron pasando a otro nivel: masturbación, sexo oral y, cuando tuve mi primera erección, penetración. Nunca consideré esto como un crimen, solo sabía que no estaría bien visto”. En este caso, Bianco apela a una diferencia entre género, pues “de haberse tratado de un tío entonces la denuncia hubiera sido automática. Se le hubiera considerado un depravado; aquí, la tía es considerada una maestra.”

El silencio y la impunidad son los alimentos de este delito
La falta de violencia en el acto, la cercanía víctima-victimario, el sentido de culpa de la víctima, el miedo a ser juzgados, la buena procedencia del atacante… en fin, la suma de varios estereotipos sobre las violaciones es la razón por la que casos como los de la “joven valiente”, en el que un impulso de justicia motiva la decisión de acudir a la legalidad, son escasos en Venezuela.

Para la psicóloga Ana Pérez “identificar estos casos pasa por una campaña de educación para los profesionales de la salud, maestros, agentes de seguridad y las mismas familias para reducir las falsas creencias, el tabú y la impunidad que alimentan este delito”.


Por Vanessa Moreno Losada



* Se ha alterado los nombres por respeto a la privacidad del entrevistado.

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